sábado, 5 de marzo de 2011

El Fin de una Época

Hoy ha llegado a mis manos, gracias a un regalo, el libro "El Fin de una Época. Sobre el oficio de contar las cosas", de Iñaki Gabilondo. Nada más abrirlo y leer la dedicatoria, algo se ha movido dentro de mí. La dedicatoria rezaba así: "A ti, del que todos se ríen cuando dices que quieres ser periodista". Esta frase me ha conmovido y me ha hecho sonreír a la vez. Y es que he recordado cuando, hace ya diez años, yo estaba empeñada en que quería ser periodista, y una muy querida tía abuela mía me dijo "No, no, nena, periodista no...que después te mandan lejos, a cubrir noticias por ahí por países en guerra, y es muy mala vida...".

Es muy mala vida. Esa frase me hizo pensar y, conforme pasaban los años, fui abriendo mis horizontes a otras opciones, mientras relegaba, ligeramente, mis aspiraciones de periodista al fondo del cajón de sueños. A pesar de todo, había algo que seguía latente dentro de mí: las ganas de contar historias, de transmitirlas, de enseñar a la gente lo que estaba pasando en la otra punta del mundo. El ansia insaciable de ser testigo número uno de la Historia. Morirme por estar ahí. Y ese sentimiento fue algo que se desarrolló cuando entré a estudiar Periodismo y Economía. Nunca pensé que sería feliz dando una asignatura, pero muchas de las que conforman la carrera de Periodismo me hicieron cambiar de opinión. Cuando estaba en clase y me mandaban escribir, era FELIZ. Y entonces me di cuenta de que ser periodista era, para mí, algo mucho más importante que estudiar una carrera, sin más. Era parte de mi forma de ser, era lo que me moría por hacer, lo que me hacía moverme...era, en definitiva, yo misma. No es que estudiase periodismo porque sí, sino que, simplemente, yo ya era periodista. Porque, como he dicho muchas veces, periodista se nace, y luego se hace. La curiosidad innata, la necesidad de estar informado sobre lo que está pasando y las ganas de contarlo, es algo que viene de serie con la personalidad de cada uno. También puede adquirirse con el tiempo, pero en la mayoría de los casos es una característica que viene de fábrica.

Por eso hoy, cuando he abierto el libro de Gabilondo y he leído esa frase, han pasado por mi cabeza muchas cosas. Es cierto que hoy en día no se da apenas valor a los periodistas, es más, incluso a veces pueden llegar a reírse de tí si dices que lo que quieres ser en la vida es periodista. No se gana dinero, estás desprestigiado, muchas veces no se valora tu trabajo y, además, cualquier persona que opine sobre cualquier cosa ya se auto cataloga como periodista. Y eso, siento decirlo, no es ser periodista. Si me preguntan a mí, a pesar de que no tengo ni voz ni voto para opinar (o sí), qué es ser periodista, creo que contestaría que periodista es aquél que tiene una vocación de servicio a la sociedad, que es consciente de que está recogiendo un legado de "contador" de historias importantísimo, con una tradición tan larga como la humanidad misma, y que necesita transmitir la información a la sociedad tanto como las plantas necesitan agua para crecer. Periodista es aquél que es capaz de tener una visión global del mundo y su funcionamiento, y es capaz de llevar a cabo una labor de síntesis para explicar, de forma concisa y clara, qué es lo que está pasando exactamente. Periodista es, al fin y al cabo, quien se siente un espectador activo de la Historia.

Y es que, por mucho que digan y por mucho que el mundo se empeñe en desvirtuar una profesión tan antigua como el hombre, yo seguiré creyendo que un cambio es posible. Ser periodista es un honor y aún estamos a tiempo de salvar el periodismo, y somos los jóvenes, las nuevas generaciones, los que tenemos en nuestra mano que la profesión sobreviva a uno de los mayores cambios de su historia (el cambio de modelo con los medios en Internet y la proliferación de la telebasura), o que perezca y ser periodista ya no valga nada. Nosotros decidimos.