viernes, 16 de noviembre de 2012

En las entrañas del Museo del Prado

Ayer tuve una oportunidad única: visité las entrañas de uno de los museos más famosos del mundo, el Museo del Prado. En la visita, que comenzaba a las 9 de la noche con un breve cóctel de recibimiento, pudimos comprobar lo que se siente al recorrer el museo vacío, con la oscuridad reinando en el exterior de sus muros. El Prado por la noche es algo único, mágico, misterioso. Los protagonistas de las obras te miran sigilosos desde las paredes, como si siguiesen tus pasos. Tienes la impresión de que, al mirar para atrás, Diego de Velázquez te saludará desde su caballo.

Además de ver algunas obras que no suelen mostrarse al público, la guía nos explicó en detalle algunas de las obras más conocidas del museo, como los cuadros de El Bosco o "Las Meninas", de Velázquez. Es magnífico poder admirar las pinturas desde la distancia, o bien de cerca, sin tener treinta y cinco cabezas delante que no te permiten apreciarlo como debieras.

Pero la parte más impactante de la visita llegó con el recorrido por el almacén y el taller de restauración, un verdadero privilegio. Me impresionó mucho el sistema de almacenaje de las obras, con una infraestructura pionera, creada específicamente para albergar cuadros de grandes dimensiones sin que sufran daño alguno.

El taller de restauración es un espacio sagrado, donde se respira devoción y respeto. En él, una persona especializada en restaurar obras de los Siglos de Oro nos guió por la estancia, explicándonos el proceso de retirada de barnices de las obras dependiendo del material sobre el que estén elaboradas -madera, lienzo, muro-. Además, tuvimos la oportunidad de ver cómo estaba siendo restaurada una pieza de nueva adquisición que será presentada en los próximos meses por el museo.

En definitiva, todo un lujo.