martes, 1 de febrero de 2011

Confiar, o no confiar: he ahí la cuestión

"Qué hecho tan portentoso para cavilar es que cada ser humano constituya un profundo secreto y misterio para los demás. Sobrecoge pensar, cuando se entra de noche en una ciudad grande, que cada una de las casas apelmazadas en la oscuridad guarde también su propio secreto, al igual que cada habitación, y que cada corazón que late en los cientos de pechos oculte, aunque sólo sea en algunas de sus imaginaciones, secretos a su vecino más cercano. Es algo pavoroso, que recuerda incluso a la muerte."

Charles Dickens, Historia de Dos Ciudades, pág. 82, cap 2.

Este párrafo de la obra de Dickens me ha hecho pensar sobre la confianza entre los seres humanos y ese tipo de cosas. En realidad, tanto la sociedad como las relaciones humanas no se basan sino en una cuestión de confianza, que evita que nos terminemos matando entre todos y cazándonos cual depredadores. Si te dejas llevar por la desconfianza, estás perdido...o salvado, quién sabe. En un mundo que funciona cada vez más movido por el interés propio, parece que la confianza queda a un lado cuando de sobrevivir se trata. Curiosa reacción de los seres humanos, ahora que vivimos en una sociedad en la que parecemos tenerlo todo, sin necesidad de vivir en tribus y cazar para evitar ser cazado.

Aunque quizás en esas tribus y en la necesidad de supervivencia, cuando la amenaza era más grande, resida la vitalidad de la confianza. Ahora no es imprescindible la ayuda de nadie para sobrevivir, lo tenemos todo. Solos podemos salir adelante. ¿Es ese el motivo de que la confianza parezca estar diluyéndose? Curioso caso para pensar.

Pero bueno, dejando paranoias a un lado, quiero creer (y creo), que la confianza sigue y seguirá existiendo mientras que el hombre siga siendo hombre. Para bien o para mal. Necesitamos la confianza para sobrevivir en un mundo incierto, necesitamos tener algo a lo que aferrarnos.

1 comentario:

Adolfo_Saiz dijo...

El problema de la confianza es que no es objetiva, las personas depositamos nuestra confianza en otros basándonos en nuestra empatía e intuición pero esta forma de seleccionar individuos afines a nosotros no sigue ninguna pauta lógica, se basa en convicciones y no en un análisis detallado de la persona, de ahí que la gente en la que confiamos termine por decepcionarnos muchas veces...